Puede dar la sensación de que para adelgazar es obligatorio pasar hambre, sin embargo las corrientes actuales de alimentación saludable buscan perder peso o mantenerlo comiendo de todo y de forma equilibrada… Hasta ahora. Un gurú japonés, Yoshinori Nagumo propone en su libro Un día. Una comida la dieta del hambre por la cual hay que reducir el número de ingestas diarias a una sola para alcanzar le peso ideal, prevenir enfermedades y, lo que es más, mantenerse joven.
Nagumo, cirujano y experto en cáncer de mama, afirma que no estamos programados ni histórica ni biológicamente para sobrealimentarnos, sino para sobrevivir a situaciones de hambre, frío o enfermedad sin embargo recomienda ir poco a poco, pasando de cinco comidas a 3, lo más ligeras posible para que el cuerpo se vaya adaptando a quedarse con hambre. Después de este periodo de adaptación, Nagumo propone hacer una sola comida al día, preferiblemente por la noche, basada en alimentos vegetales y ecológicos, tomando las verduras con piel, raíces y hojas, cereales integrales y pescado, con espinas y cabeza incluidas, cocinados con poco aceite. Durante el día, sugiere tomar frutos secos, fruta de temporada o infusiones de té de cebada o bardana para neutralizar la grasa y el colesterol.
Pero ¿cuáles son los pros y contra de la dieta del hambre?
El promotor de la dieta del hambre asegura que está demostrado científicamente que «una restricción calórica de entre un 30 y un 40 por ciento reduce el peso de un 30 a un 50 por ciento, disminuye en una quinta parte los niveles de glucosa en sangre en sólo cinco días (además de bajar a la mitad los de insulina en tres semanas) y aumenta la esperanza de vida 1,5 veces», por lo que frenaría el envejecimiento y se previenen enfermedades cardiovasculares. Además, el metabolismo aprovechará todo el alimento ingerido y quemará toda la grasa que el cuerpo normalmente acumula para momentos de necesidad.
Aunque puede parecer que la ventaja más obvia la gran pérdida de peso, ésta puede ser también uno de los grandes inconvenientes porque, al no poder mantenerse en el tiempo, las posibilidades del efecto rebote son muy altas además de que puede convertirse en una obsesión y provocar enfermedades como la anorexia o la bulimia y otros trastornos de tipo neuro-psicológico ya que el miedo a recuperar el peso perdido lleva al rechazo de los alimentos y la pérdida del apetito.
Físicamente los efectos se dejan notar en las primeras 24-36 horas, cuando empiezan a producirse mareos, debilidad, náuseas, dolores de cabeza, estreñimiento, irritabilidad, insomnio y otros síntomas que pueden llevar a agravar enfermedades existentes como insuficiencias renales, enfermedades hepáticas, diabetes, desnutrición… Asociada al rápido agotamiento de las reservas, no solo de grasa sino también de proteínas, la energía corporal disminuye rápidamente. A largo plazo, aparecen otros síntomas como pérdida de cabello, aumento del ácido úrico, problemas intestinales crónicos, etc…
El promotor de la dieta del hambre, sin embargo, sólo recomienda su práctica hasta un máximo de 40 días y por personas obesas, hombres de más de 30 años y mujeres que hayan pasado la menopausia y considera que las personas enfermas o en situación de normopeso, niños, ancianos, mujeres en edad fértil o embarazadas no la lleven a cabo.
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