El deporte es bueno. Así, en líneas muy generales, se puede afirmar que es positivo. Pero también es adictivo y, como cualquier adicción, puede causar problemas. El deporte, como todo lo demás en la vida, hay que ejercerlo en su justa medida. En ocasiones comenzamos a realizar una actividad deportiva y, sin darnos cuenta, estamos –dicho vulgarmente- enganchados. Hay que saber parar.
Son varias las señales que podemos recibir y que nos indican que, quizás, estemos desarrollando una adicción al deporte:
1.- Quitas tiempo a tu familia y amigos
Si cambiamos momentos de estar con la familia o los amigos para hacer deporte, debemos empezar a preocuparnos.
2.- Quitas tiempo al trabajo
No somos profesionales, el deporte no nos da de comer. Ergo, lo primero es el trabajo.
3.- Obsesión con la imagen
Queremos adelgazar, marcar músculo, tener abdominales, no paramos de mirarnos al espejo. Nos preocupamos si después de una sesión no hemos bajado peso. Alarma.
4.- Abuso de productos externos
Se pueden tomar geles, barritas, batidos de proteínas, pero con cuidado.
5.- Incapaz de parar
Estás lesionado, tienes dolores, y aun así te empeñas en salir a hacer running. Puede que tengas un problema.
6.- Depresión y cambios de humor cuando no haces deporte
Cuando consigues parar, porque te convences o porque, directamente, estás cojo, te pones de mal humor, deprimido. Y lo pagas con los que tienes al lado. Esos mismos a los que les has quitado tiempo para ir al gimnasio. Algo va mal.
7.- Trastornos alimenticios
No podemos comer solo pensando en el ejercicio y en cómo repercutirá ese alimento en nuestro próximo entrenamiento.
8.- Retos continuos
Acabas de cruzar la meta de un maratón y solo piensas en el siguiente. Incluso te harías otro el día después. No, tómatelo con calma. Sal con tus amigos, celebra el éxito.
9.- Entrenamientos muy largos
Tus entrenamientos se convierten en jornadas maratonianas. No sabes parar. Debes obligarte a hacerlo.
10.- Ya no disfrutas
Y lo más importante. Más allá de otros objetivos, hacemos deporte para disfrutar, para estar a gusto con nosotros mismos. En el momento en que para ti deje de ser una diversión y se convierta en una obsesión, en una obligación, entonces sí que has llegado a un punto problemático.