Qué duro es ese momento en el que tras haber superado los primeros meses después de haber dejado de fumar, síndrome de abstinencia incluido, sales de copas y las ganas de fumarte un cigarillo son irreflenables. Se lo pides al colega que va contigo y disfrutas hasta de cómo se enciende el mechero y aparece esa llama que te parece lo más bonito que has visto en tu vida. Después, a la mañana siguiente, te despiertas y te sientes culpable y un tipo poco íntegro contigo mismo. No sirve de consuelo seguramente pero, tranquilo, no eres el único al que le ha pasado esta historia exactamente igual alguna vez en su vida.
Si bien es difícil relacionar científicamente el motivo que lleva al mayor deseo de fumar cuando uno bebe porque todavía no hay estudios concluyentes que lo demuestren, sí es cierto que existen otros que hablan de una retroalimentación de ambos vicios ya que suelen ser más placenteros juntos. El cerebro reacciona ante ellos de manera muy similar porque los mecanismos de acción tanto en el tabaquismo como en el alcoholismo son similares, de modo que existe una clara relación entre las dos cosas.
Tanto es así, que los expertos afirman que un bebedor tiene el triple de posibilidades de acabar siendo también fumador. Sin duda, los hábitos de vida saludables llaman a otros de su misma especie y viceversa como ocurre en este caso. En este caso, se cree que la nicotina sufre una aceleración del proceso de descomposición en el cerebro como consecuencia del alcohol, de manera que el cerebro lo detecta y como las sensaciones son placenteras emite órdenes para que le proporciones más nicotina.
Por otro lado, existe también un componente social evidente que llega hasta nuestros días. Es muy común que las dos acciones estén relacionadas entre sí en el marco de las relaciones sociales y esto el cerebro lo sabe y aprende de manera que las acaba asociando de algún modo hasta llegar a solicitar que una se dé junto a la otra. Si eres exfumador, notarás que esto ocurre cuando tienes esa sensación de querer fumar solamente a la hora de beber. Es tan curioso como actúa el cerebro que para poder alcanzar las mismas sensaciones placenteras de otras veces es incapaz de hacerlo sin que se den a la vez las dos situaciones.
Es fundamental evitar llegar hasta el límite que genera esa necesidad de fumar. Y no es sencillo pararlo porque no vas a dejar de salir o beber por el hecho de que no quieras volver a fumar. Pero si consideras que tu cuerpo no puede controlar lo que el cerebro le pide hasta superar esta fase, es mejor que lo hagas, al menos por un tiempo. De esta manera, además de no fomentar el fumar, es posible que acabes dejando el alcohol y habrás hecho un 2x1 en avances para mejorar tu salud.
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