Las preferencias de la temperatura del agua a la hora de ducharse son muy personales... y de extremos. Poca gente elige el agua templada, o fría o caliente son las elecciones que de entrada te responderán si haces un pequeño estudio. Lo curioso es que poca gente sabría responder de manera acertada a la pregunta de cuál de las dos es más beneficiosa. Aquí tienes la respuesta.
Como tantas otras cuestiones en la vida, la respuesta depende de los objetivos. Deberíamos plantear la respuesta analizando las ventajas que tienen ambas, y también los problemas derivados de dicho tipo de agua.
En el caso del agua caliente, la gran ventaja es la de la relajación muscular. Si tu ducha busca apagar al cuerpo, que desconecte de alguna manera, debes elegir calentar el agua porque tiene un efecto calmante sobre los músculos y sobre la mente. Esto, de hecho, suele favorecer la lucha contra el insomnio, por lo que una ducha con agua caliente antes de dormir es recomendable.
Si por el contrario estás empezando el día, no es demasiado conveniente ya que no te activará para afrontar el desarrollo del día. Por cierto, hay que desmitificar la verdad popular de que cuida resfriados porque no es cierto. En cambio, sí es verdad que te puede ayudar a sentirte mejor gracias al vapor de agua que se genera a partir de dicha agua, liberando tus vías respiratorias.
En lo que respecta al agua fría, podemos deducir su gran ventaja de lo explicado con su opuesta: es recomendable para activar los músculos y la mente, ya que te la va a despejar. Por lo tanto, es recomendable para antes de afrontar actividades que requieren un esfuerzo intelectual notable o que requieran un alto consumo energético. Esto se debe a que, a grandes rasgos, ayuda a mejorar la circulación sanguínea.
En definitiva, se puede concluir que en el término medio está la virtud una vez más. Ninguna es perjudicial en general, aunque en ningún caso es bueno ducharse con agua muy caliente porque resecará tu piel, sino que puede afectar positiva o negativamente dependiendo de lo que vayas a hacer después y del objetivo que busques.
Esto nos hace concluir que la mejor respuesta sería decantarse por el agua templada, excepto en momentos puntuales que requieran activar el cuerpo o relajarlo, para los cuales sí es más recomendable elegir el agua fría y caliente respectivamente.
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